Hogar Andes Llamas y vicuñas: convivencia en los Andes extremos

Llamas y vicuñas: convivencia en los Andes extremos

por Gerardo Lupercio

Publicidad

Por otro lado, también hay fricciones en el ámbito legal y económico. La vicuña es una especie protegida, cuya caza está estrictamente regulada. Sin embargo, su lana es tan valorada en el mercado internacional que ha generado tentaciones en sectores vulnerables. En ocasiones, se han registrado casos de esquilas ilegales o incluso caza furtiva. Esto genera una presión adicional sobre las comunidades locales, que deben balancear el aprovechamiento sostenible con la necesidad económica. Mientras tanto, las llamas, al estar domesticadas, no tienen restricciones, pero tampoco el mismo valor por unidad de fibra.

Publicidad

A pesar de estos conflictos, existen ejemplos de gestión comunitaria exitosa. En zonas como el altiplano de Arica y Parinacota, asociaciones ganaderas y consejos indígenas han establecido normas internas que delimitan zonas de pastoreo, controlan el contacto entre especies y promueven programas de conservación. Además, se han impulsado ferias de lana certificada que permiten comercializar productos locales sin recurrir a prácticas depredadoras. El conocimiento ancestral sobre el comportamiento animal es fundamental en estos procesos y se transmite de generación en generación.

La coexistencia entre llamas y vicuñas también tiene una dimensión simbólica. Representan dos formas de relación con la naturaleza: la domesticación y la libertad; la dependencia humana y la autonomía ecológica. En la cosmovisión andina, ambas especies están vinculadas a deidades de la tierra y a rituales de reciprocidad. Por eso, su cuidado no es solo una cuestión ecológica, sino también espiritual y cultural. Muchas comunidades realizan ofrendas y agradecimientos a la Pachamama en fechas clave del calendario agrícola, pidiendo salud para sus animales y armonía con las especies silvestres.

En última instancia, el futuro de esta convivencia dependerá de políticas públicas sensibles al contexto local, del fortalecimiento del conocimiento científico en colaboración con las comunidades y de una ética del cuidado que entienda a la naturaleza no como recurso inagotable, sino como una red viva de relaciones. Las altiplanicies de los Andes son duros escenarios de supervivencia, pero también son espacios donde aún es posible equilibrar tradición, sostenibilidad y respeto mutuo entre especies.

También te puede interesar