La región central de Chile enfrenta desde hace varios años un desafío ambiental y social de gran magnitud: la sequía prolongada que afecta sus cuencas hidrográficas y, con ello, la vida de miles de personas y ecosistemas. Este fenómeno, producto de la combinación entre factores climáticos y actividades humanas, ha generado impactos profundos en la disponibilidad de agua, la agricultura, la biodiversidad y la calidad de vida de las comunidades, demandando respuestas urgentes y coordinadas.
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Las cuencas hidrográficas del río Maipo, el río Mataquito y el río Aconcagua, entre otras, han experimentado niveles históricamente bajos de caudal. La disminución de las precipitaciones, sumada a la sobreexplotación de aguas superficiales y subterráneas, ha llevado a un estrés hídrico severo. Esto afecta no solo el abastecimiento doméstico y urbano, sino también el riego agrícola, que es fundamental para la economía y el sustento de la región central.
Las comunidades rurales son particularmente vulnerables frente a esta realidad. Muchas dependen directamente de fuentes naturales y sistemas de riego tradicionales para cultivar sus alimentos y mantener sus actividades productivas. La escasez de agua limita su capacidad para sembrar, reduce los rendimientos y aumenta la incertidumbre económica, provocando migraciones temporales o definitivas hacia zonas urbanas.