En las regiones áridas y semiáridas de Chile, donde la escasez de agua es una realidad cotidiana, la captación de agua de lluvia emerge como una estrategia eficaz y sostenible para enfrentar las limitaciones hídricas. Esta práctica tradicional, renovada y adaptada con tecnologías modernas, permite aprovechar al máximo el recurso que cae en forma de precipitaciones, proporcionando una fuente complementaria para el consumo humano, la agricultura y la conservación ambiental.
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La captura de agua de lluvia consiste en recolectar el agua que cae sobre techos, superficies impermeables o terrenos acondicionados, almacenándola en tanques, cisternas o embalses pequeños para su uso posterior. En zonas donde las lluvias son escasas pero concentradas en ciertos períodos del año, esta técnica permite acumular reservas que pueden ser vitales durante temporadas secas prolongadas.
Comunidades rurales y urbanas de regiones como Atacama, Coquimbo y partes de la zona central han implementado sistemas de captación que varían desde métodos artesanales hasta instalaciones más sofisticadas con filtros y sistemas de tratamiento. La simplicidad y flexibilidad de estas soluciones facilitan su adopción, incluso en contextos con recursos limitados o acceso reducido a servicios públicos.