Las aguas del Pacífico que bañan las costas chilenas, reconocidas por su riqueza biológica y paisajes imponentes, enfrentan una amenaza creciente y silenciosa: la contaminación por plásticos. Esta problemática, aunque global, tiene impactos muy concretos y visibles en el ecosistema marino y costero del país. Desde el extremo norte en la árida región de Arica y Parinacota hasta los fiordos australes, el plástico se ha convertido en un visitante indeseado que altera la vida marina, afecta la economía local y plantea desafíos complejos para las políticas ambientales.
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El plástico es un material omnipresente que llega a los océanos de múltiples maneras: a través de residuos mal gestionados en tierra, desechos arrojados por embarcaciones y arrastrados por corrientes oceánicas internacionales. En Chile, los principales puntos de acumulación se encuentran en zonas de alta actividad pesquera y turística, así como en áreas urbanas cercanas a la costa. Estudios realizados por la Universidad Católica y la Universidad de Concepción han identificado que el microplástico —partículas diminutas de menos de cinco milímetros— se encuentra en el agua, el sedimento y en el interior de especies marinas, afectando desde plancton hasta peces comerciales.
Las consecuencias para la fauna marina son severas. Mamíferos como delfines y lobos marinos, aves como el pingüino de Humboldt, y peces de interés comercial han sido hallados con fragmentos plásticos en su organismo. La ingestión de estos materiales puede provocar obstrucciones intestinales, intoxicaciones y disminución de la capacidad reproductiva. Además, los plásticos actúan como vectores de contaminantes químicos y patógenos, ampliando su impacto a lo largo de la cadena alimentaria.
El sector pesquero, fundamental para muchas comunidades costeras chilenas, también se ve afectado. El enredo en redes de pesca, la degradación de hábitats y la presencia de microplásticos en especies consumidas ponen en riesgo la sostenibilidad del recurso. La pesca artesanal, en particular, enfrenta el doble desafío de proteger sus capturas y garantizar la seguridad alimentaria de sus familias. En algunos casos, pescadores han reportado la presencia de basura plástica en áreas tradicionalmente limpias, evidenciando la rápida expansión del problema.